viernes, 10 de febrero de 2017

Rabia contenida y alegría enzarzada: por qué me hice vegetariana



Me gustaría mostraros una parte de mí para que podáis ver por qué pienso que contar con perspectiva animalista es tan importante, algo que debería estar extendido a todas las mentes. Por aquí leeréis reflexiones y experiencias. Quizás con esto pueda responderos a la cuestión:
 Por qué me hice vegetariana
Lo cierto es que podría hacer una lista con razones por las cuales llevar un estilo de vida vegetariano o vegano te beneficia a ti y a tu entorno. Podría enumerar esas razones adjuntando vídeos despiadados de personas sin empatía hacia los animales, vídeos donde se les encierre y se les prive de vivir sus vidas, vídeos donde los animales son sólo mercancía para la industria cárnica y láctea... lo cual me parece motivo de sobra para replantearse comerlos. Sin embargo, he optado por escribiros recuerdos que han influído en el respeto que siento por ellos y por si os entra curiosidad por probar cosas nuevas, unos enlaces con recetas gratuitas hacia el final.
Así que, os cuento mi caso personal para daros la oportunidad de poner vuestros pies en mi perspectiva durante unas líneas:

   Desde pequeña he adorado a los animales. Desde saltamontes, perros, gatos, gallinas... hasta admirar los animales salvajes que veía en documentales. Con gatos sobre todo, he podido observar como cada uno es diferente. Siempre me ha encantado acariciarlos y cogerlos en colo (no sé como no se hartaban de mí...) con su ronroneo de fondo. Sus rostros. Sus expresiones son fascinantes. Pueden facilmente mostrarte calma, inquietud, sorpresa... incluso miedo. Por cosas así yo era consciente de que no eran tan diferentes a mí. Yo también podía asustarme, sorprenderme, relajarme... y sentirme a gusto junto a ellos. No sé si conocía la palabra empatía, pero la he ido descubriendo con ellos.
   No todo han sido buenos momentos, aun recuerdo el dolor y confusión que sentí cuando, sin querer, maté un saltamontes que cogí en mi jardín. Quizás otros niños lo verían como un bicho y nada más, pero a mí me dolía haberle hecho daño sin motivo alguno... todo por no haber tenido cuidado. Nunca lo habría hecho adrede. Como tampoco me vería capaz para matar... yo que sé, un cerdo? una vaca? un ternero? para alimentarme. Sin embargo, en mi plato estaban. Pero claro, yo sólo veía comida.
   Y... qué quieres ser de mayor? Pintora o veterinaria. (Pregunta impertinente imposible de hacer desaparecer) Como no, yo tenía como opción sanarlos, cuidarlos, protegerlos.
A medida que crecía, no me costó mucho cogerle desprecio a los zoos. Recuerdo colarme en el de mi ciudad y observar como un carnero se daba golpes contra las rejas de su celda. No estaba en su hogar, sino en una cárcel de animales no-humanos. Espectáculos con delfines que a ojos de los turistas parecen atractivos pero... y ellos? han decidido estar ahí? Semejantes son los paseos a lomos de un elefante en Tailandia... lo mismo, es utilizarlo, es quitarle una parte de su esencia; no es libre.
   Tardes soleadas en mi jardín. Observo las abejas y abejorros adentrarse en las flores, siempre sin causarles daño alguno. Me acercaba tanto como podía. Les sacaba fotos detalle sin utilizar el zoom. Jamás me han picado en mi jardín.
   Tardes de estudio en las que optaba por pasar unas horas con los apuntes en el jardín, al aire libre. Siento un bloqueo al ver una araña enorme, parecía una tarántula en pequeñito, en la mesa en la que yo llevaba ya rato leyendo literatura o lingüística. No me marcho. Decido ponerle un nombre. Ari. La araña se llamaba Ari. Llegados a ese punto... podía yo atacarla por ser una araña, un bicho?... Era Ari, no resulta tan fácil si tiene nombre, identidad, vida. No le pregunté si quería saber mi nombre, o qué hacía por aquí... al fin y al cabo, estaba en el jardín. Apenas se movía. Estaba ahí. Sin más. No puede evitar fotografiarla. Más tarde con mis padres descubrí lo especial de sus colores: en su cuerpo había lo que parecía un dibujo de una calavera. No sé a quien pretendía asustar con eso; a mí no.

   Finales de 2015: papá, mamá, quiero hacerme vegetariana. La razón? Por los animales y que ya no me sentía cómoda comiendo carne, entre otras. (Paso a tomar menos cantidad y rechazo algunos tipos).
   Día 1 de enero de 2016: me digo a mí misma tras esas dos vieiras de primero de año, no comeré más animales. Y así ha sido.
   Febrero de 2017: más de un año siendo vegetariana. Mi dieta contiene: frutas, zumos, frutos secos, verduras, arroz, couscous, pasta de aquí y oriental, garbanzos, alubias, lentejas, empanada vegetal, setas, tofu, galletas, cereales, bebida de soja normal y sabor chocolate... ocasionalmente lácteos y huevos de corral. He aprendido a cocinar al tiempo que me hacía vegetariana y he probado alimentos que antes ni sabía que existían como la quinoa o el seitán y otros que no tomaba porque total, para qué? como por ejemplo espinacas a la crema o pimientos y calabacín sofreídos con pasta y salsa de soja. La clave es añadir alimentos a tu dieta. Y aquí aprovecho para dejaros dos enlaces que os pueden ser útiles tanto si seguís una dieta vegetariana como si no: el más reciente 50 recetas veganas gratis y otro recetario de hace unos años: Recetario_vegano_2006.
   Ahora: te pregunto, te parece un cambio exagerado que dejara de comer carne? Después de haberme pasado la infancia y adolescencia queriendo a los animales no-humanos... (y atreverme a ver vídeos de la realidad que supone para ellos todo lo que conlleva la industria cárnica...) Si te parece radical, entonces debemos ser radicales. Es preferible eso antes que la pasividad. Ahora bien, tampoco puedo imponer mi ejemplo. Yo puedo aconsejar esta dieta -que se puede llevar de mil maneras, cada cual la adapta a sus gustos-, pero sobre todo es un modo de vida, es querer madurar y experimentar cambios. Es reflexionar sobre lo que es ético y lo que no. Tú, con tus ideales y tus circunstancias, trata de hacer todo lo que esté en tu mano para causarles el menor daño posible. Los animales no-humanos no están a nuestro servicio.






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