sábado, 11 de marzo de 2017

Volando al aire libre


Las lucecitas que se quedan atrapadas en la retina tras mirar directamente al sol pueden resultar incómodas. A veces molesta esa sensación de no ver bien al completo. Incluso puede introducir en ti cierta culpabilidad por haber mirado. Por haberte hallado cara a cara con el sol, firme en lo alto. Otras veces, no causan tal mal, o al menos un mal menor. Están ahí como recordatorio de tu atrevimiento... lo cual, si valió la pena, no es algo de lo que debas arrepentirte.

Los coches circulando uno tras otro. Diferentes siempre en algo, iguales debido a su monotonía. Con alzar la vista a la izquierda podía verlos pasar. Se oía también, claro. Aunque a veces emitían silencio. Silencio..? Silencio porque no me decían nada. Desde mi posición alcanzaba a ver sólo los que iban hacia un sentido, lo cual me transmitía esa sensación de homogeneidad ya citada. No importaba el tamaño de cada uno, ni su color o velocidad; parecían uno.

La brisa me acariciaba los brazos al tiempo que me echaba el cabello hacia los ojos; como intentando darme una sorpresa. Me recogía el pelo y seguía mirando a lo alto, sin importar que algún rayo del sol se cruzase con mi búsqueda. El ir y venir de vehículos tampoco parecía ser una distracción, más bien formaba parte del sonido de fondo... apenas imperceptible para mí.

La hierba relucía en el terreno. Me sentía segura caminando sobre ella. A ratos me venía obligada a bajar la vista y comprobar que podía avanzar sin problema. No estaba recién cortada; no percibía ese olor a verde inconfundible luego de pasar el cortacésped, sin embargo, tampoco estaba descuidada. Crecía. Crecía fácilmente al sol, y con dificultad entre los bambúes.

Y llegaban. A veces de una en otra, otras veces en pareja. Volaban sin límites bailando en lo alto. No podía evitar seguirlas con la mirada y estirar el brazo con la esperanza de que alguna se acercara. Y así sucedía. Así sucedió en alguna ocasión. Aterrizaban en mi mano y sentía su leve cuerpo por unos segundos.

Cuando no las buscaba por el cielo, lo hacía por el suelo. Observaba atentamente los tonos de gramón, las flores y arbustos, con intención de captar sus sombras. Y si aparecía un reflejo suyo, inmediatamente la captaba en el cielo.

Habrá quien se sorprenda al verlas; volando aparentemente sin rumbo. Yo por mi parte, las estaba esperando. Aguardaba a que llegasen en días soleados. Y así poder observar como marcaban sus trayectos: se posaban en los mismos lugares, como yendo en círculo. Pero sin atarse.

Hay momentos en los que desearía ser una mariposa. 
Una mariposa...



...volando al aire libre.

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